En su pequeñez cada semilla
contiene el germen y el espíritu
del árbol que será después.
Crecer, desarrollarse, evolucionar... esta es nuestra verdadera misión en la vida.
Todos somos semillas... todos estamos llamados a fructificar. Cuidemos la semilla interior para que algún día podamos llegar a ser árbol.
Esas semillas son nuestros proyectos, nuestras metas y, al fin, nuestros sueños.
Debemos luchar por conseguir nuestros sueños, nuestros mejores deseos, porque ellos son como guías que nos facilitan el camino. Cada persona tiene sus propios sueños que debe seguir como un faro. Es nuestro deber intentar luchar y ser fieles a aquello en lo que creemos. No tenemos que tener miedo de soñar nuestro futuro, porque éste es sólo de los que se arriesgan a soñar. Lo más hermoso de los sueños se encuentra en el camino que lleva hasta ellos. Lo más hermoso de los sueños es soñar. Si, más tarde, la VIDA tiene a bien hacer realidad nuestros sueños, agradezcámoslo y disfrutemos de esa realidad. Si no, agradezcámoslo también, sabiendo que nos llevamos en el corazón la mejor parte de todo el proceso.
No tengamos miedo...
porque cada semilla sabe
cómo llegar a ser árbol.
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