Las siguientes palabras están inscritas en la tumba de un obispo del siglo XII en la cripta de la abadía de Westminster:
"Cuando yo era joven y libre y mi imaginación no conocía límites, soñaba con cambiar el mundo.
A medida que me fui haciendo mayor y más prudente, descubrí que el mundo no cambiaría, de modo que acorté un poco la visión y decidí cambiar solamente mi país. Pero eso también parecía inamovible.
Al llegar a mi madurez, en un último y desesperado intento, decidí avenirme a cambiar solamente a mi familia, a los seres que tenía más próximos, pero ¡ay!, tampoco ellos quisieron saber nada del asunto.
Y ahora que me encuentro en mi lecho de muerte, de pronto me doy cuenta: Sólo con que hubiera empezado por cambiar yo mismo, con mi solo ejemplo habría cambiado a mi familia. Y entonces, movido por la inspiración y el estímulo que ellos me ofrecían, habría sido capaz de mejorar mi país y quién sabe si incluso no hubiera podido cambiar el mundo".
Estoy totalmente de acuerdo con estas palabras, con frecuencia nos invade un deseo desesperado de querer cambiar el mundo y todo lo que no nos gusta de nuestro entorno próximo, pero debemos ser realistas, quizá lo más fácil (o lo más difícil), es empezar por uno mismo, intentando ser ejemplo de vida para otros. Es un intento de mejorar nuestra actitud ante los demás, ante la vida... y quizá no cambiemos el mundo, pero lograremos ser más coherentes con lo que sentimos y dar pequeños pasos para que todo a nuestro alrededor se vuelva un poco más amable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
*** GRACIAS POR TU COMENTARIO QUE SIEMPRE SERÁ BIENVENIDO ***