A mi vuelta de vacaciones me encuentro con la noticia de la pérdida de un amigo. De golpe llegan a la memoria flashes de la vida de esa persona, retazos del recuerdo que quedarán para siempre. Con frecuencia nos perdimos la pista, pero siempre volvíamos a reencontrarnos. Quizá sea mejor, al menos egoístamente, no haber estado más cerca de lo sucedido, porque así la mente sólo recuerda lo bueno, y parece que en algún momento lo voy a volver a ver.
Ahora sólo es tiempo de recordar todo lo agradable que compartimos y esperar que en algún momento nos volvamos a reencontrar.
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