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30 de octubre de 2013

EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO

Ésta es una vieja historia de un joven que acudió a un sabio en busca de ayuda.
—Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
—Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizá después... –Y, haciendo una pausa, agregó–: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
—Enn... encantado, maestro –titubeó le joven, sintiendo, que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
—Bien –continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, añadió–: Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.
Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara y tan sólo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
—Maestro –dijo–, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
—Eso que has dicho es muy importante, joven amigo –contestó sonriente el maestro–. Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar tu caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo al chico:
—Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más de cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.
—¿Cincuenta y ocho monedas? –exclamó el joven.
—Sí –replicó el joyero–. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
—Siéntate –dijo el maestro después de escucharlo–. Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y, diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.

18 de octubre de 2013

VIVIENDO INTENSAMENTE

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido un poco feliz, sin haber alimentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho de expresarte
que es casi un deber.
No abandones tus ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y la poesía
sí pueden cambiar el mundo.
Somos seres humanos llenos de pasión.
La vida es desierto y es oasis. Nos derriba, nos lastima,
pero nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.
No dejes nunca de soñar,
porque sólo en sueños puede ser libre el hombre.
No caigas en el peor error, el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes. No traiciones tus creencias.
Todos necesitamos aceptación,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta el pánico que provoca tener la vida por delante.
Vívela intensamente, sin mediocridades.
Piensa que en ti está el futuro
y hay que encontrar la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes pueden enseñarte.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas...
Walt Whitman
 

6 de octubre de 2013

LA CRISIS SEGÚN EINSTEIN

"No pretendamos que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo".
La crisis es la mejor bendición
que puede sucederle
a personas y países
porque la crisis trae progresos.
La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar “superado”. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones.
Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos.
Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.