Llegando al final de este año se me ocurre hacer balance de lo vivido. ¡Cuántas cosas pasaron este año por mi vida!... Aquella persona con la que me crucé en el camino que tanto me acompañó, aquella sonrisa inesperada que iluminó mi alma, aquella palabra sincera que me alentó cuando no encontraba salida, aquella mano amiga que me devolvió al camino cuando creía no volver a encontrarlo, aquella mirada cómplice que me decía "sigue adelante, confío en ti"...
Son muchas las cosas por las que doy gracias a este año que hoy nos deja... hubo momentos de tensión, de desesperanza, de oscuridad, pero también los hubo esperanzadores, de cariño, de energía para continuar.
Muchos me dicen que soy una persona alegre, que siempre veo el lado bueno de la vida, que quizá es porque cierro los ojos ante lo malo que pasa... no es eso, es simplemente una actitud ante la vida, es una decisión; yo puedo decidir si lo que va a ocurrir marcará mi vida en positivo o en negativo. Dicen que cuando algo ocurre, para bien o para mal, nuestra actitud lo es todo. No son los acontecimientos los que me marcan, lo que realmente marca es lo que yo hago con esos acontecimientos, cómo los valoro y cómo dejo que me influyan.
Así que haciendo balance del año transcurrido, estoy plenamente convencida que ha sido un año bueno, con sus normales altibajos, pero un año que me ha ayudado a conocer más a los que me rodean, a adentrarme más en mí misma y a dejarme sorprender por la vida. Ha sido un año de proyectos, de ilusiones y esperanzas que no siempre se han hecho realidad, pero que han contribuido a que sea realista y comprenda que los baches son también parte del camino.